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miércoles, 17 de febrero de 2010
Ser madre en medio de la destrucción
Ser madre en Haití era difícil. Con una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo (1 por cada 44 madres), Haití se situaba ya, antes del terremoto del pasado mes de enero, entre los países con las peores condiciones para ser madre.
La Organización de Naciones Unida calcula que el 15 por ciento de las 63.000 embarazadas que viven en las zonas afectadas por el terremoto podrían afrontar complicaciones que pondrían sus vidas en peligro. Se estima que las 7.000 mujeres que darán a luz este mes corren un riesgo aún mayor, y se prevén al menos 1.000 abortos involuntarios.
Una situación que se encuentra en las historias personales, mucho más allá de las cifras. Mealain y Sophia están a punto de dar a luz. Las dos han perdido sus hogares y viven ahora en uno de los campamentos improvisados que se han ido creando en la zona afectada. Naomie tuvo a su bebé el 26 de enero en la misma tienda que ha sido su hogar desde el terremoto. Ellas nos lo cuentan y, aun así, resulta difícil imaginarse lo que significa ser madre hoy en Haití.
Mealain Sama tiene 26 años y está en su octavo mes de embarazo. Estos días duerme sobre una sábana sin otro refugio en un parque cercano al Teatro Nacional, donde tenemos instalada una clínica móvil.
Cuando pienso en todo lo que pasa por mi mente, no puedo parar de llorar. Estoy aquí completamente sola. Raymond, mi marido, murió en el terremoto. Pienso en él y no puedo evitar ponerme triste. Sólo tenía 30 años. Llevábamos juntos siete años.
Cuando lloro no es tanto por la tristeza que tengo en mi corazón sino porque Dios fue capaz de salvar mi vida. Lo hizo por mi bebé. Va a ser mi primer hijo y no va a tener padre, ni abuela ni abuelo. No tengo ni idea de cómo va a ser todo.
Ví a un médico en el centro de Save the Children en el campamento y me dijo que mi tensión está bien. Me dio algunas pastillas para tratar la bacteria que hace que se me hinchen los pies pero básicamente me dijo que todo iba bien.
Solí vivir con mi tía en el campo y estoy tratando de volver para el parto. Pero no sé como voy a conseguir el dinero para el autobús hasta allí. Si pudiese dejar Puerto Príncipe mañana mismo, lo haría. Aunque todo en mi vida está siendo muy duro, simplemente tengo que tomarme cada día como viene. Por ahora, simplemente trato de concentrarme en sobrevivir.
Como Mealain, Sophia también está embarazada ya en su noveno mes y vive ahora en el mismo campamento frente al Teatro Nacional. Como ella, Sophia también llora al pensar en su situación y está deseando dejar Puerto Príncipe, la capital devastada tras el terremoto.
Solo pudo ser Dios el que hizo que me levantase de esa silla y saliese hacia fuera. Tenía mucho miedo pero quería ver lo que estaba pasando. Así que salí afuera y segundos después de estar al otro lado de la puerta, nuestra casa se derrumbó tras de mí. No te puedes imaginar el shock.
Todo el mundo se vio obligado a abandonar sus hogares y salir a las calles. Los líderes de las comunidades locales estaban allí, diciéndonos que fuésemos al parque más cercano. La multitud me empujaba y acabé en este parque, al lado del Teatro Nacional.
Cuando pienso en mi situación no puedo parar de llorar. Me gustaría marcharme al campo, a Jeremie, donde está mi madre. Mi marido está buscando desesperadamente trabajo en Puerto Príncipe para que poder llegar allí a tiempo para el parto. Pero hasta ahora, no ha logrado encontrar nada todavía.
El médico me ha dado algunas vitaminas para la anemia. Voy a tratar de mantener todo perfecto para mi bebé. Le siento dar patadas, lo hace todos los días y así se que está fuerte.
Si estuviese en Jeremie, estaría cerca de mi familia y de mi abuela, ella cuidaría de mi. Rezo y espero llegar pronto. Si no lo hago, voy a tener que dar a luz a mi bebé en la calle.
Naomí dio a luz a su bebé el pasado 26 de enero. Su bebé es demasiado pequeño y Naomí piensa que sufre desnutrición . Ahora viven en una tienda en lo que solía ser un parque privado antes del terremoto y que ahora ha pasado en convertirse en refugio para cientos de familias.
Cuando sucedió el terremoto, era consciente del terrible temblor de la casa. Pero sólo cuando salí a la calle me di cuenta de todo lo que estaba pasando. Cuatro de edificios al lado del mío se habían derrumbado. Mire de nuevo a mi casa, la mitad de ella destruida y empecé a llorar. He estado viviendo en este parque desde entonces.
El 26 de junio estaba yo sola sentada junto a mi tienda cando sentí un dolor muy fuerte en la barriga. El dolor era tan fuerte que empecé a llorar. La gente que estaba sentada a mi alrededor se acercó para ver que me ocurría. Uno de los chicos en el campamento encontró de algún modo a un amigo con coche y le convenció para que me llevase al hospital más cercano. Tuve mucha suerte; desde el terremoto, la gasolina es muy escasa y prácticamente nadie puede permitirse conducir. Me dejó justo en frente de la entrada al hospital.
Para cuando nación Andgi, estaba tan cansada que no paraba de temblar. Apenas había comido en los últimos dos días. Creo que mi bebe está desnutrido, es demasiado pequeño. Sólo recibe mi leche y yo no me estoy alimentando correctamente.
El padre de mi hijo y yo ya no estamos juntos pero viene muy a menudo para ayudarme con el bebé. Ahora no puede ayudarnos porque no tiene dinero. Y lo mismo está sucediendo por todo Puerto Príncipe: los hombres tratan como pueden de encontrar trabajo, dinero y comida mientras las mujeres se quedan solas en los campamentos. Lo intentan pero conseguir dinero es muy difícil. No hay nada.
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