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jueves, 25 de febrero de 2010
30 de Mayo 1961: última noche del tirano Rafael Trujillo Molina
Angelita Trujillo enrostra en su libro la deslealtad que cometieron los “asesinos” de su padre Rafael L. Trujillo el 30 de mayo de 1961, ya que tenían acceso a su despacho, al que inclusive entraban con sus armas autorizadas, porque casi todos eran sus amigos de infancia.
Además responsabiliza a la CIA, con la bendición de Estados Unidos, de planificar, dirigir y suministrar las armas para matar a Trujillo.
“Al despacho de mi papá tenían acceso los señores: general Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza, Miguel Báez Díaz, Modesto Díaz, el teniente Amado García Guerrero, este último, miembro de la escolta personal de mi papá. Por último el general Román Fernández, secretario de las Fuerzas Armadas, todos tenían asignadas una ametralladora Cristóbal y una pistola 45. Todos entraban al despacho de mi padre portando sus respectivas armas de reglamento cargadas con su peines de siete tiros”, precisa Angelita en su libro “Tujillo, Mi Padre”.
Agrega que al despacho de su padre también los civiles entraban con sus armas autorizadas.
“En consecuencia, hubiese bastado tan solo que uno o dos de ellos, aprovecharan la oportunidad de entrar al despacho y sorprender a mi papá batiéndose a tiros con él... La misma oportunidad la tenían también caminando o montando a caballo en la finca de San Cristóbal; casi todos eran amigos de infancia de mi papá y recorrían la finca solos sin escolta”.
Establece que su padre, que había salido de su carro antes que su chofer, disparó contra sus atacantes y varios de sus disparos alcanzaron a Pedro Livio Cedeño y a Antonio Imbert Barrera, pero que no era mucho lo que podía hacer con un revólver calibre 38 corto, ante el volumen de fuego tan formidable de los “asaltantes”, a parte de que era un grupo numeroso.
“El señor (Antonio) De la Maza no tuvo tiempo para buscar en el suelo la pistola que el gobierno le tenía asignada, porque quería llegar pronto al carro de mi papá a tomar el maletín en el que mi padre llevaba documentos personales, otro revólver 38 largo, y sobre todo llevaba también dinero, mucho dinero: RD$150,000 más US$80,000”, precisa.
Sostiene que los “asesinos” sabían que Trujillo acostumbraba a llevar en el maletín sumas de dinero, que utilizaba para satisfacer necesidades perentorias cuando se desplazaba por algunos lugares de clases desposeídas o de familiares y amigos en apremiante necesidad, y que muchos de los conjurados eran frecuentes beneficiarios del generoso maletín.
“Dejaron el cuerpo del chofer Zacarías de la Cruz, que creían sin vida y partieron apresuradamente, llevando el cuerpo de mi padre en el baúl del carro Oldsmobile negro con destino a la casa de Juan Tomás Díaz en la César Nicolás Penson 23, donde en horas de la madrugada lo encontró el Servicio de Inteligencia Militar.
LA PARTICIPACIÓN ATRIBUIDA A LA CIA
Expresa que la cercanía del lugar donde se cometió el magnicidio, había un popular restaurante llamado “El Pony”.
“Allí estaba la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), esperando para verificar el crimen”, dice, tras atribuir a la agencia estadounidense haber armado hasta los dientes a los atacantes de Trujillo con dos carabinas automáticas Cristóbal calibre 7.62, dos carabinas semiautomáticas M-1 calibre 30, dos escopetas semiautomáticas de cartuchos (cañón recortado calibre 12), dos pistolas semiautomáticas calibre 45, un revólver sistema S&W calibre 38, un revólver sistema Colt calibre 38 y una pistola-ametralladora Thompson calibre 45.
Su padre enfrentó a defensores de ideas comunistas
“Particularmente me han contado y me alegra saber que muchos de los inflamados con esa locura de juventud hoy son personas superadas, gente de bien, con familias muy lindas y sirviéndoles al país en los diversos campos de carrera con que abonan el ambiente democrático, legado incuestionable de mi padre”.
“Desafortunadamente otros, impenitentes, desahogan su frustración e iracundia escribiendo en libros y periódicos bazofias contra mi papá con frases tan obcecadas como: Durante la lucha del pueblo contra Trujillo ¡Caramba! Los predicamentos del régimen de Trujillo eran la paz y la tranquilidad.
A final de la década del 1940 ya se registraba una pujanza de la amenaza comunista en República Dominicana, que estaba estratégicamente ubicada entre Cuba y Puerto Rico. “Para cualquier oportunista, tránsfuga de la política lo más conveniente y práctico hubiese sido hacer una alianza con los cabecillas de la nueva corriente ideológica. Pero mi papá era intrínsecamente nacionalista y bajo ninguna circunstancia contemplaría subordinar la soberanía a ningún poder foráneo”, establece la obra.
“Mi papá era un convencido de que el comunismo era una ideología nefasta, que solo males podía acarrearle al país. Y si él había logrado independizar nuestra patria de toda atadura foránea, ¿cómo iba a someterlo ahora al imperio soviético? ¡Jamás!”, sostiene.
Prosigue que constitucionalmente nuestro sistema de gobierno está llamado a ser democrático y “mi papá era un firme creyente de que era el sistema o forma de gobierno más conveniente para el pueblo dominicano, no porque fuera perfecto, pero era la mejor opción”.
“En la conferencia de cancilleres, realizada en Caracas, el 9 de marzo de 1954, el doctor Joaquín Balaguer, canciller dominicano, urgía medidas inmediatas para erradicar el comunismo del continente americano”, dice.
Establece que en la posterior subida de Fidel Castro al poder en Cuba, entronando un régimen radical comunista, “pronto nos obligó a defendernos contra un tercer y más agresivo zarpazo que enérgicamente rechazamos”.
"La resaca de nuestra historia está ya llegando a su término"
“Me contó mi hermano Ramfis que algún tiempo después de haber muerto mi papá, estaba en su despacho y le vinieron a informar que: Las turbas andaban por las calles de la ciudad gritando; Abajo Trujillo; a lo que Ramfis les contestó: Bueno, se pasaron treinta años diciendo Viva Trujillo, pues que se la desquiten ellos ahora.
“A los mentores de esas voces detractoras yo les tengo ahora dos noticias, una buena y otra adversa: la buena es que se han pasado casi el doble del tiempo “desquitándosela” y en qué forma. Y la otra está cifrada, en aquella frase proverbial de Demóstenes en su primera Filípica; Lo peor del tiempo es lo mejor para el porvenir”.
“Es que una mentira no se puede sostener por tanto tiempo, es pedir peras al olmo, tanta manipulación es insostenible. En este orden en alguna parte, de este obra escribí la analogía de plena vigencia en los momentos actuales”.
“El mar, durante la resaca se retira y cede espacio, pero luego regresa con la marea, a recobrar todo el terreno perdido. Lo mismo pasa con la historia ante la mentira, se retrae por la ausencia de probidad y pureza; pero después, termina la resaca, y regresa a recobrar todo lo que había perdido”.
Y es lo que creo estar mirando, que la resaca de nuestra historia está llegando ya a su término. El flujo regresa con su impetuosa marea en busca de sus valores, a rescatar su autenticidad perdida; la honestidad, la justicia y el honor que irán brotando al renacimiento de la verdad”.
“Uno de los frutos más lindos de la Democracia es la libertad de expresión, en consecuencia, siempre se oirán voces peregrinas recalcitrantes, rezagados aferrados al ejercicio de una opinión subjetiva, “atajando vientos”. Todavía se escuchan esas voces arengando a “no bajar la guardia” y continuar escribiendo diatribas contra mi papá. Es que aun guardan resentimientos porque mi papá los inhabilitó para realizar las subversivas maniobras entreguistas”.
INCREDULIDAD ANTE LA ACTUACIÓN DE ROMÁN
En su libro la hija de Trujillo afirma que Ramfis dio instrucciones a su tío, coronel Luis Rafael Trujillo (Nene), para que informara y acompañara a una reunión en San Isidro al general José René Román Fernández, secretario de las Fuerzas Armadas, intimidado ante la magnitud de los hechos, por incapacidad o por lo que fuera, y que no llenó las expectativas que le habían confiado los homicidas.
“Ante esa realidad atinó únicamente a desaparecer los vestigios que pudieran delatar su participación en el crimen.
Sus instrucciones fueron tajantes: que a los asesinos no los cogieran vivos. Después vemos a Román velando el cadáver de mi padre en la Estancia Radhamés, haciendo guardia de honor ante el féretro y cuando Ramfis llegó compungido le abrazó dándole el pésame por lo ocurrido. Con el mismo cinismo se le vio actuar durante el entierro”...
Dice que cuando en las investigaciones apareció su nombre “la reacción de todos nosotros fue de incredulidad: no puede ser, imposible”.
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