martes, 20 de abril de 2010

Pueblo que entierra a sus muertos en el jardín


En Tenancingo, un poblado en las montañas en el norte del departamento de Cuscatlán, en El Salvador, es común enterrar a los parientes en los patios de las casas desde que la guerra civil arreció en los años ochenta.
Maximiliano Chacón, de 95 años, descansa en el corredor del rancho hecho de bahareque. Vive rodeado de cinco pequeños perros mal cuidados y un huerto con huizayote y maíz que crece alrededor de una cruz, que marca la tumba de su difunta esposa.
Él es uno de los lugareños del cantón Corral Viejo, en la jurisdicción de Tenancingo, que prefieren enterrar a sus deudos en el patio de sus casas en lugar de ir a un camposanto

Los restos de Domitila Flores de Chacón, que falleció a los 76 años, descansan en el fondo del terreno donde Chacón abona su huerto.
"Ella ya estaba enferma, pero se afligió un día que yo me puse mal de salud. 'Ay, no', me dijo ella, 'si te morís vos, me voy a quedar sola¿' Y, bueno, así se me murió, de repente¿, relató a BBC Mundo.
El cantón Corral Viejo está a ocho kilómetros de distancia de Tenancingo, el que otrora fue conocido como el pueblo fantasma.
Los bombardeos
El 25 de septiembre de 1983 un bombardeo de la Fuerza Aérea sobre el municipio dejó 50 civiles muertos.
El objetivo era la entonces guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) que ocupaba las serranías que colindan con el departamento de Cabañas.
"¡Ja, esos eran tiempos duros! Mire, si en ese cementerio enterraron de todo: caballos, puercos, los cadáveres de la gente que no pudo huir¿ ¡Ja! Eso fue duro", rememora vívidamente Francisco Canales, de 85 años.
Canales es un jubilado que durante la guerra trabajó para la Compañía Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL), edificando torres derribadas por la guerrilla y -según sus palabras- "bajo la eterna desconfianza del ejército".
"Un día vino la guerrilla a sacarnos de donde estábamos construyendo porque iban a volver a dinamitar y nosotros que salimos de ahí y nos agarra el ejército. Y estos insistían que nosotros éramos los guerrilleros. No, hombre, si la guerra fue lo peor", recuerda con amargura.

Unos lo niegan y otros lo confirman, pero todos coinciden en que el cementerio municipal de Tenancingo no es el lugar favorito para enterrar a los fallecidos.
En esta zona norte del país, a 60 kilómetros al norte de la capital, la práctica de enterrar a los muertos en casa es normal.
"Si cuando se muere el día de mañana uno no sabe a dónde va a ir, hombre. Por eso yo compré mi terrenito y con esfuerzos construí mi bóveda", confirma Canales.
La "bóveda" es el nicho doble que construyó en su rancho listo para depositar sus restos y los de su esposa. "Me salió cara, pero ya la tengo", reitera.
"Es que mire al pobre lo miran aquí con las patas (pies). ¡No le digo que aquí da lástima cómo entierran a la gente pobre!", agrega.
Junto a él está Lilian Paredes, quien relata que enterró a su primer esposo en el camposanto de Tenancingo.
"Si voy a buscarlo ahora, ¿sabe qué voy a encontrar? Nada", afirma la mujer.
"Acá está el cementerio"
La alcaldía de Tenancingo calcula que la población actual es de 7.300 habitantes, distribuidos en nueve cantones.
Imelda Mendoza, jefa del Registro del Estado Familiar, le dijo a BBC Mundo que el año pasado emitió 54 partidas de defunción.
"Si hay un caso especial donde la familia argumenta que era el último deseo del fallecido, la alcaldía sólo da cuenta. Pero no se autoriza ni promueve entierros privados", recalca Mendoza.
"Para eso está el cementerio general, para hacer los debidos entierros, porque la ley es la ley", insiste.
El camposanto está poblado con poco más de mil tumbas.
En los años ochenta, según le recuerda Olga Gómez a BBC Mundo, "la práctica se heredó debido a que era imposible entrar al cementerio por temor a que estuviera minado, o porque era imposible traer algún fallecido en medio de los tiros".
Vida de pueblo
Tenancingo fue tomado dos veces por la guerrilla y bombardeado sucesivamente por el ejército, pero hoy en día en algunas casas rurales abandonadas las pintas que tienen las paredes no se refieren a la guerra, sino a las pandillas como la Mara 18.
Asolado por la falta de desarrollo y seguridad, una de las dos pandillas que asolan El Salvador ha dejado huella en estas montañas. Y es un problema latente.
Para la nueva administración municipal, que preside Federico Santos, el reto es la creación de oportunidades en un pueblo donde su ventaja es el paisaje.
Tenancingo pertenece a la reserva forestal de Cinquera, que colinda con el lago Suchitlán, y es un escenario alternativo para el ecoturismo. En sus calles empedradas, el sosiego de la vida de pueblo solamente es roto cuando entra y sale el autobús que conecta con la capital.
Luego, todo vuelve a la calma, como la paz que flota alrededor de los llamados entierros privados.
De hecho, en el mismo pueblo hay un pequeño nicho en el jardín de la casa de Leonardo Cuéllar, quien junto a su esposa decidió sepultar a su bebé prematuro porque "así lo tiene cerca, como si nunca hubiera partido".

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