MAO,VALVERDE.- Don Bernardino vio llegar y celebra a plenitud sus 111 años de edad, todavía toca su acordeón, no con aquellas habilidades de sus años de juventud, pero si con el entusiasmo de un amante de la música típica Dominicana.Don Bernardino cuenta con 17 nietos, 40 biznietos y 14 tataranietos, en cuyo cálculo el anciano ayudó a recordar la totalidad a los hijos que estuvieron presentes en esta entrevista.
Tras pedírsele un consejo para la juventud de estos tiempos, el veterano superviviente respondió que “el mejor consejo se lo da uno mismo”, tras explicar que es la misma persona quien debe medir su conducta, tomando en cuenta los fracasos que sufren los demás para evitar cometer los mismos errores.
Rodeado de sus familiares y frente a un gigante bizcocho con el número 111 en el centro, Bernardino lo único que repite es que su sueño es conocer al presentador de televisión Rafael Corporán interpreta lo siguiente: ““Salí de Valverde Mao, a tocarle a la región, vengo donde Corporán, que me regale un acordeón”.
Don Arsenio Bernardino Guzmán reside en la calle 3 de Julio, esquina Elpidio Cabrera, del sector Enriquillo de esta ciudad de Mao, donde tuvo lugar la fiesta de sus 111 aniversarios.
Sus hijos Lidia Mercedes Peralta de 76 años de edad; María Belén Peralta, de73; Grimilda Peralta, de 68; Bernardino Guzmán Báez, de 47, y Pedro de Jesús Guzmán Báez, de 45, expresan satisfacción por tener un padre con las características del otrora músico, político y agricultor.
Apuntan que su progenitor siempre ha sido un hombre contento, honesto y con gran sentido del humor, a quien le ha gustado toda la vida la diversión sana.
El centenario acordeonista se queja de no haber encontrado a nadie que le ayudara en su deseo de conocer a Corporán, por quien dice sentir una gran admiración.
“No me llevaron “carajo”, y todavía quiero encontrar a alguien que me diga vamos donde Corporán”, dijo Don Bernardino con su voz temblorosa por el peso de los años. Expresó que desea como regalo tener la oportunidad de conocer al popular presentador de televisión y que se siente con ánimo para viajar a Santo Domingo a satisfacer su sueño.
El centenario merenguero recuerda con meridiana lucidez la trayectoria de su vida, incluyendo las dificultades económicas que ha sufrido, sus días de vendedor de agua en las calles de Mao y varios episodios de la historia, entre los que menciona las luchas políticas entre Los Bolos y los Coludos, la batalla de la Barranquita y la Era de Trujillo, entre otros episodio de la historia dominicana.
En cada aniversario, sus hijos tienen que organizarle “una fiestecita” en la que él mismo toca el acordeón para que sus familiares, amigos y vecinos bailen y disfruten.
“Me siento muy feliz; digo, en el sentido del gusto, porque hay que tener gusto para todo”, respondió Don Bernardino ante la pregunta sobre cómo se sentía en su cumpleaños número 111.
Como en los viejos tiempos, el longevo acordeonista disfrutó en grande de la festividad familiar, evocando los días de parranda a los que estuvo acostumbrado por largas temporadas en su más de un siglo de vida.
Las faenas laborales combinadas con la armonía familiar y el placer de los bailes ,y los tragos sociales, han constituido la fórmula usada por el acordeonista que celebró en esta ciudad el 111 aniversario de su natalicio con una fiesta amenizada por él mismo y el conocido locutor Robert Pérez.
Arsenio Bernardino Guzmán, junto a varios de sus hijos, nietos, tataranietos y otros parientes, así como amigos, familiares y vecinos, fue el centro de atención de su propia fiesta de cumpleaños, en la que interpretó varios merengues y hasta se tomó algunos tragos de champaña.
Guzmán, quien fue activista de la fuerza política conocida como Los Bolos, gustaba fumar cigarrillos de la marca Crema y tomaba ron del conocido como “El Torito”, recuerda su prolongada trayectoria de vida desde que fue bautizado a la edad de siete años hasta nuestros días.
Hace apenas tres años, este hombre privilegiado del destino celebró su cumpleaños número 108 en Higüey, donde vive Diego Bernardino Guzmán Báez, uno de sus cinco hijos, quien explicó que ese día su anciano padre pasó la noche “pito a pito” bailando y tomando alcohol.
Pese a su longevidad Arsenio Bernardino Guzmán recuerda con meridiana claridad sus tiempos de niño en la comunidad Mata de Cana, donde nació, y en parajes como Sabana Grande, El Naranjo y otros en las zonas donde se unen Mao, Monción y San José de las Matas, donde vivió los primeros años de su infancia.
“Yo recuerdo como ahora mismo el día que me bautizó el Padre Franco. Yo estaba delante de mis padrinos Papingo y Lola Taveras. No me cargaron porque ya tenía siete años, y cuando salimos de la iglesia, mi madrina me regaló un acordeoncito de boca, que se usaban mucho en esa época”, relató Don Bernardino, tras precisar que fue declarado en Mao en los días previos a recibir el sacramento del bautismo.
Dice que aún están frescos en su mente los recuerdos de los días en que los niños y jovencitos, montados en burros, vendían agua a los munícipes de Mao, donde vino a vivir y a trabajar cuando apenas tenía 11 años.
Sostuvo que su madre, a quien identificó como Lucía Guzmán, murió de pasmo cuando todavía no había llegado a la adolescencia, y expresa que nunca conoció a su padre, quien le habría negado la paternidad cuando aún no había nacido.
“Me levante sin un padre, por lo que desde mi nacimiento, mi vida fue todo un episodio lleno de amargura y pobreza extrema, carente de todo lo básico que un ser humano necesita para subsistir, sin padre ni nadie que me diera cariño”, recordó con nostalgia Bernardino.
Afirma que fue empleado del hacendado Francisco Madera, padre de Feso Madera, Síndico de Mao en los tiempos de la gesta Heroica de La Barranquita en el año 1916.
Dice que todavía recuerda los afanes de aquellos días, porque tenía la misión encomendada por Feso Madera, de llevar agua a la “tropa” comandada por el General Carlos Daniel, que esperaba a los americanos en los cerros de La Barranquita para atacarlos cuando pasaran por el lugar en su ruta hacia la ciudad de Santiago.
Afirma que el día del enfrentamiento, cuando venía de regreso y luego de haber pasado en barca el río Yaque del Norte (para ese tiempo no existía el Puente San Rafael), escuchó el estruendo de los disparos entre los interventores y los maeños, quienes habían realizado barricadas con troncos de árboles y colocado más de 20 barriles de abejas como medios de defensa.
Bernardino Guzmán opina que esa primera intervención de los americanos puso fin a un largo periodo de inestabilidad política matizada por las luchas internas entre los dominicanos.
Los cambios de su infancia a la adolescencia, y luego hasta alcanzar la mayoría de edad, el superviviente acordeonista lo pasó al servicio de Don Francisco Madera, cargando leche en un burro, haciendo mandados y realizando labores de ganadería, por lo que empezó ganando un peso con cincuenta centavos mensuales y terminó con un sueldo de ocho pesos cada mes.
Posteriormente dedicó su vida al trabajo de la agricultura, la venta de productos del campo, tocar acordeón y recorrer los campos de la región noroeste en actividades proselitistas con “Los Bolos”; fuerza política que para esa época libraba una lucha antagónica con otra fuerza llamada “Los Coludos”.
Asevera que nunca participó en ninguna revuelta armada, pero confiesa que era un fiel admirador del líder de Los Bolos en la región, el General Desiderio Arias, y participaba en actividades a su favor por los lazos afectivos que le unían a la familia Madera, para ese entonces fieles adeptos a las causas del conocido caudillo noroestano.
Recuerda que en los tiempos de proselitismo en apoyo a su líder, andaba en compañía de Feso Madera, Nando Valerio, Manuelito Everts, Luisito y otros de la entonces clase alta de Mao, junto a quienes conformaba un grupo de 20 hombres que visitaban todas las comunidades del Noroeste promoviendo al General Arias y realizando fiestas.
En esas andanzas cuenta como anécdota un día lunes en que iniciarían un recorrido y fueron a la tienda de Panchito Madera, donde tenían orden de pedir lo que ellos quisieran. Él pidió tres botellas de ron El Torito, dos cajas de cigarrillos Crema y una caja de fósforos.
El anciano músico enumera con detalles todos los acontecimientos ocurridos alrededor de la figura emblemática de Desiderio Arias, desde los inicios de sus actividades caudillistas hasta su muerte, así como del surgimiento, desarrollo y final de la tiranía de Trujillo y los gobiernos de Balaguer, Juan Bosch y demás políticos que fueron y son sus contemporáneos.
Don Bernardino subraya que ha sido siempre un enemigo de la violencia y de los hechos que dañan la moral del ser humano, y enfatiza que sus preferencias han sido la música de acordeón y los tragos, “pero eso sí, sin ofender a nadie”.
Relata que se enamoró por primera vez en el año 1924 de una joven que vivía en el paraje de Pretiles, ahora comunidad del Distrito Municipal de Jaibón, Mao, donde procreó sus primeros hijos.
El perdurable acordeonista, quien nunca aprendió a leer ni a escribir, pero que se define como un hombre trabajador y alegre, cita entre las principales dificultades que ha sufrido, la situación de crisis generada por el Ciclón San Zenón en 1930 y los trabajos forzosos a los que fue sometido durante la tiranía trujillista
Asegura que el fenómeno natural generó una sequía prolongada que se convirtió en una verdadera situación de miseria en esta zona del país, y en cuanto a los episodios de la dictadura, se queja de haber sido obligado a sembrar arroz y trabajar en carreteras y puentes sin recibir ningún pago.
Menciona una vez que fue detenido porque se encontraba jugando gallos en forma clandestina, y otra ocasión porque no pudo demostrar
Don Bernardino narra que hubo un tiempo en que se dedicó a tocar acordeón y se internó en las comunidades serranas, donde hizo de las fiestas su modo de viva.
La comunidad de Jicomé en Monción, y otro paraje conocido como Loma Bajita, fueron sus lugares favoritos en esos tiempos de músico; además tocaba en el pueblo de Mao, donde amenizó fiestas en las que estuvieron presentes los presidentes de la República Rafael Leonidas Trujillo y Joaquín Balaguer.
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