domingo, 8 de agosto de 2010

Periodistas mexicanos reclaman investiguen asesinatos a la prensa


Cerca de sesenta informadores mexicanos han perdido la vida desde el 2000, Más de una decena están desaparecidos, y reclaman la falta de investigación, Estas cifras hacen de México el país más peligroso de América para la prensa.
 
No sólo los narcotraficantes famosos aparecen en los corridos. También los periodistas caben en ellos, debido a la sangría en la que se está convirtiendo tristemente la profesión en México. La guerra de los cárteles se vive también en los frentes del negro sobre blanco, las ondas hertzianas y los rayos catódicos.

Hasta hoy se ha cobrado en México la vida de cerca de sesenta informadores -y más de una decena están desaparecidos- contando desde 2000, lo que ha hecho de México el país más peligroso de Latinoamérica para sacar la grabadora y tomar notas. Sin que apenas nadie pague por ello.

Algo que un millar de personas, la mayoría reporteros, salió a denunciar en silencio en la capital, bajo la mirada del Ángel de la Independencia. Con las fotos de sus compañeros asesinados. Desde el papel miraba Valentín Valdez, con sonrisa de joven reportero audaz, muerto en Saltillo; Bladimir Antuna, solemne ante un micrófono, a quien se lo llevaron cuando iba a trabajar a El Tiempo de Durango; Roberto Mora, de El Mañana, de Nuevo Laredo, cuyo crimen lleva impune cinco años.

Menos declaraciones, más acciones

Entre el gentío, decanos de la pluma como Miguel Ángel Granados Chapa, firmas conocidas como Gabriela Warkentin, y la voz de Ricardo Rocha. Y cientos de rostros que se colocan cada día detrás de la noticia, caras que se conocen unas a otras de las ruedas de prensa.

"No queremos una declaración del Gobierno federal diciendo que hay mecanismos de protección. Declaraciones nada, acción de la PGR (fiscalía)", indicó a la nube de cámaras Granados Chapa. "La mayor parte (de muertos y desapariciones) no han sido ni siquiera investigados", añadió. "La primera prueba", según el periodista, se ha pasado con éxito: "ver si nos podíamos juntar".

La gota que colmó el vaso fue el secuestro la semana pasada de cuatro periodistas en Durango a manos del cártel de Sinaloa. La novedad es que tres de ellos pertenecían a medios nacionales; hasta ahora los narcos solo amenazaban y mataban a periodistas de medios locales. Esto no sale, esto sí, te estás pasando de lanza…

El gremio está molesto con el Gobierno, ante la insultante indefensión que padece, una situación que va a peor y que –aunque la Policía Federal rescate en un operativo a algunos informadores y salga el secretario de Seguridad Pública a anunciarlo- apenas se remedia. Las muertes de los periodistas se pierden en un laberinto burocrático de competencias y la fiscalía especial creada al efecto no resulta sino un caro adorno para combatir el paro.

Silenciados

"No queremos ser la nota", "Por nuestro derecho a saber, por nuestro derecho a informar", rezan algunas pancartas. Un hombre se pasea con una cadena dorada de oreja a oreja que le cierra la boca; otro, a la cabeza de la columna humana que camina hasta la Secretaría de Gobernación (Interior) prefiere la tradicional cinta canela sobre la boca. La misma que el crimen organizado usa para cubrir los ojos de quienes "ultima".

Hay quienes están en la marcha en un doble papel, el de manifestante y el de reportero en acción, transmitiendo a sus redacciones. "Tenemos zonas del país donde los reporteros no pueden salir a hacer su trabajo, por temor, por hostigamiento, por violencia", dice Luis, que trabaja para una gran cadena de televisión y pide que no se le identifique. Reparte papeles con la demanda de los informadores.

Un código de ética compartido

Algunos de esos lugares los menciona el veterano y conocido Ricardo Rocha: "Culiacán, Ciudad Juárez, Matamoros, Nuevo Laredo, Monterrey...". En algunos estados, como Chihuahua y Tamaulipas –feudos de los cárteles- una palabra de más, una pregunta demasiado curiosa puede ser el final del artículo. De ése y de todos los que pudiera escribir el periodista.

El sector ha estado revuelto esta última quincena, con protestas contra las presiones del narco y debates sobre donde fijar la última frontera en las coberturas sobre crimen organizado. "Creo que todos los medios tienen un código de ética (...), a lo mejor ahora es tiempo de ponernos de acuerdo y compararlos", expresó Rocha. Y añadió: "Los medios pudiéramos ponernos de acuerdo para hacer acto de presencia en donde han matado o han desaparecido a un compañero, vamos a reportear a esa ciudad y a que lo piensen dos veces".

Los periodistas marcharon en silencio a través del Paseo de la Reforma. Alguien tocaba en un aparato de música un corrido sobre las muertes de periodistas, ahora una siniestra verdad en lo más alto de la pirámide invertida del periodismo mexicano. A un lado queda la torre de cristal y acero de la Procuraduría General de la República (PGR).
Igual que ahora los reporteros, permanece en silencio, pero todos los días, alargando la cuenta atrás parece que infinita de la impunidad. Hoy, la marcha del millar de periodistas es noticia. Pero no son los reporteros quienes deben tomar notas sobre ella. Son los políticos.

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