Los cables revelan las críticas de la embajada por los "fracasos de comunicación" y ataques al secretario de Estado, Bertone, y al portavoz del Papa.
Sumergirse en los varios cientos de cables filtrados a Wikileaks que parten de la Embajada de EE UU ante la Santa Sede equivale a asistir al fascinante encuentro cara a cara entre dos imperios. El choque cultural entre un país presidencialista, moderno, democrático, expansivo y republicano, y un sistema de poder monárquico, milenario, anquilosado y hermético, no impide a los estadounidenses comprender la importancia de tener al Vaticano como aliado.
La impresión que dejan los despachos de la última época -desde 2006 en adelante- es que Estados Unidos se ha ido acercando progresivamente al Vaticano y en concreto al papa Benedicto XVI después de unos años de enorme recelo mutuo motivado por el escándalo de los abusos sexuales en EE UU y por la invasión de Irak, a la que la Iglesia católica se opuso en público y en privado con su típica mirada doble, a la vez de muy corto y largo alcance.
Los cables más antiguos, casi todos de 2001, revelan que el Vaticano expuso con toda franqueza y no poca insolencia al Gobierno de George Bush que "la dictadura laica de Sadam Hussein" sería siempre más favorable para la libertad religiosa y para los 600.000 cristianos de Irak que "cualquier solución" que aquella "guerra injusta" pudiese encontrar, incluida una "dictadura islamista".
En esta primera toma se expurgan, sin embargo, dada su mayor vigencia y su interés, los despachos más recientes: la Iglesia católica está viviendo una de sus mayores crisis históricas, y los emisarios estadounidenses analizan con detalle, cierta preocupación y sin ausencia de malicia el problema.
El embajador ante la Santa Sede, Miguel Humberto Diaz, enviado por Obama en mayo de 2009, y su número dos, Julieta Valls, ambos católicos y de origen hispano, informan de que la crisis causada por los abusos sexuales a menores en Irlanda será, dicen, "dolorosa todavía durante muchos años"; analizan el polémico regreso de los obispos cismáticos lefebvrianos a la Iglesia, sopesan las dificultades y vaivenes que sufre el diálogo entre católicos y judíos.
Pero, sobre todo, dedican páginas y días a describir y criticar "los fracasos y torpezas" cometidos por el aparato de la comunicación vaticana al tratar todos esos problemas. Según lo define la expresiva Julieta Valls, número dos de la Embajada ante la Santa Sede, "el Vaticano es un aliado formidable que necesita lecciones de relaciones públicas".
La gran ironía es que, tras la gigantesca filtración de Wikileaks, esas lecciones suenan hoy algo menos sólidas, y parecen dar la razón a los siempre sibilinos, prudentes, y cínicos incluso a costa de parecer torpes, diplomáticos vaticanos.
'Not spin city'
Un cable confidencial del 20 de febrero de 2009, firmado por la entonces jefa interina de la misión diplomática, Julieta Valls Noyes, y titulado La Santa Sede: un fracaso de comunicación, afirma que, al levantar la excomunión a los lefebvrianos cismáticos, se ha revelado la "brecha de comunicación entre las intenciones formuladas por el Papa y la forma en que su mensaje se ha recibido en el mundo".
Valls explica a Washington que "en el Vaticano, el Papa es el responsable último de todas las decisiones importantes", pero que al mismo tiempo suele delegar tareas en "aquellos que más saben o mejor informados están sobre cada materia particular", y que ahí entra en juego una curia "ítalo-céntrica, descentralizada y trasnochada" que se comunica con notas "escritas en un lenguaje en un código que nadie fuera de ellos es capaz de descifrar".
Valls ilustra la afirmación con un ejemplo: "El embajador israelí recibió un comunicado oficial que según la curia contenía un mensaje positivo para Israel, pero el embajador no logró captarlo de tan velado que estaba, aunque sabía que estaba allí".
El cable no ahorra epítetos ni críticas al sistema de poder de la Iglesia. Califica al Vaticano como "not spin city" (juego de palabras que convierte "la ciudad sin pecado" en "la ciudad que no comunica"); critica "la debilidad del liderazgo en la cúpula", afirma con alarma que en el núcleo duro del Papa hay "muy pocos asesores que hablen inglés" y concluye que la curia "minusvalora (y lo ignora todo sobre) las comunicaciones del siglo XXI".
Ataques a Bertone
La embajada certifica (y se nota que sufre por ello) que los estadounidenses y, en general, los anglófonos no pintan casi nada en la curia actual. Su principal contacto en la curia es un irlandés, el informador protegido monseñor Paul Tighe, número dos del Pontificio Consejo para las Comunicaciones. Tighe confiesa a Valls que los asesores más cercanos a Benedicto XVI son italianos, y sugiere que sería bueno nombrar "más portavoces ingleses nativos en el círculo íntimo del Papa".
La discreción y prudencia de la curia italiana ante los representantes de Estados Unidos quedan de manifiesto en los cables. Ningún interlocutor da una pista de más al embajador o a su número dos, quienes a su vez replican a la ofensa tildando de provinciano al Gobierno vaticano y criticando "la ausencia de voces disidentes".
Las críticas empiezan por el secretario de Estado y número dos del Papa, Tarcisio Bertone, al cual Valls define como un notorio "yes man" (un hombre que siempre dice que sí), y que está ayuno de toda experiencia diplomática ("habla solo italiano, por ejemplo").
En el epígrafe titulado Fixing what's lost in translation (arreglando lo que se perdió en la traducción), Valls explica que "Bertone tiene un estilo personal pastoral que lo lleva a menudo fuera de Roma, de vuelta por el mundo, a ocuparse de problemas espirituales antes que de la política exterior y la gestión".
Valls afirma además que "no son pocas las voces que abogan por la destitución del cardenal Bertone de su actual puesto". El Papa, este mismo año, reforzó la posición de su número dos al mandarle una carta por su 75 cumpleaños en la que reafirmaba su estima por el cardenal piamontés.
Lombardi "tiene Blackberry pero no acceso al Papa"
La Embajada de EE UU dibuja un perfil tragicómico del responsable de la Sala de Prensa vaticana, el padre Federico Lombardi. Dice que "usa Blackberry", y le define como "una anomalía dentro de una cultura en la que muchos de los dirigentes más importantes no tienen siquiera correo electrónico". El problema, afirma Valls, es que el portavoz "no forma parte del círculo íntimo del Papa, no tiene ninguna influencia sobre las principales decisiones, no da forma a los mensajes, sino que se limita a entregarlos".
Y, por si fuera poco: "El pobre hombre está saturado de trabajo porque es simultáneamente jefe de la Radio Vaticana y del Centro Televisivo Vaticano, y corre literalmente de un despacho a otro durante todo el día". "Es un trabajo duro en los días buenos pero en los días de crisis es agotador", agrega Valls, que sin embargo olvida mencionar que Lombardi es además vicario general de los jesuitas, es decir, número dos de la Compañía de Jesús, lo que multiplica todavía más su pluriempleo.
Y además no hay filtraciones...
Según la embajada, la diferencia entre el aparato de comunicación actual y el de Juan Pablo II, que dirigía el español y opusdeísta Joaquín Navarro Valls, es que hoy no se producen filtraciones de las malas noticias como antaño.
Antes, las filtraciones maniobradas por Navarro Valls podían resultar "dañinas", pero ayudaban a limitar los daños porque había tiempo para tapar los agujeros, afirma Valls.
Lombardi se niega a aceptar ese sistema. El análisis de la embajada señala que el portavoz ha pedido a la curia que ese servicio oscuro lo realice el Pontificio Consejo para las Comunicaciones. (Según explica a EL PAÍS el vaticanista Filippo di Giacomo, buen conocedor de las bambalinas y amigo de Lombardi, "el gran problema es que el jesuita se niega a decir mentiras o a dulcificar las noticias como hacía Navarro Valls").
En el cable, Paul Thige cuenta a la embajada que Claudio Maria Celli, responsable del consejo y jefe directo suyo, recibió la petición de Lombardi hace ahora dos años, pero que "no ha dicho ni sí ni no, y se lo está pensando". (Traducido del vaticanés', esto significa, según Di Giacomo, "que tampoco Celli tiene ganas de pasar a la historia como un mentiroso"). Valls deduce, en cualquier caso, que es "cada vez más urgente" que el Vaticano "cambie su cultura de comunicación".
En otro pasaje, Celli confirma al embajador en un coloquio privado que la secretaría de Estado piensa dotarse de "una oficina de crisis" para gestionar los casos más difíciles y facilitar traducciones más rápidas y claras de las decisiones papales. Pero las cosas de palacio van despacio, sobre todo en San Pedro. Aquella reunión fue el 2 de febrero de 2009; un año después, la carta del Papa a los fieles irlandeses salió de la secretaría de Estado escrita solo en latín, y la que anunciaba la formación del nuevo Consejo para la Evangelización de Occidente se publicó solo en italiano.
Unidad, 1-Diálogo con los judíos, 0
La señora Valls destila cultura católica y narra los hechos con notable precisión, agudeza y neutralidad. En otro cable, del 27 de enero de 2009 (189059), calificado secreto, elaborado con motivo de la crisis causada por el regreso de los cismáticos lefebvrianos y titulado Unidad de la Iglesia, 1-Relaciones católicos-judíos, 0, Valls había escrito: "El Vaticano es un socio formidable que necesita lecciones en relaciones públicas".
En ese despacho explicaba que "el Papa a veces irrita a políticos y periodistas al hacer lo que piensa que es mejor para la Iglesia, como reintroducir a los lefebvrianos o considerar la canonización de Pío XII".
Su antecesor, añadía, "también padecía bastante esa misma indecisión (second-guessing)". La diplomática añadía que, "desde fuera, muchos consideran que la Iglesia está fuera de onda con el nuevo milenio, y piden que sea más moderna y acomodaticia. Lo que esos observadores no reconocen es la consistencia de las decisiones y la actitud en cuestiones clave como la reunificación de la Iglesia o la dignidad de todos los seres humanos".
Quizá para equilibrar los elogios, o quién sabe si dejando traslucir su frustración por el desastre ocurrido, Valls explicaba: "Los portavoces de la Santa Sede podían haber denunciado con gran resonancia las tesis negacionistas del obispo Williamson al mismo tiempo que el Papa anunciaba su regreso a la Iglesia, pero esperaron unos días para hacerlo y lo hicieron débilmente. Para entonces, mucha parte del daño ya estaba hecho. En vez de marcar un triplete -reunificación de la Iglesia, demostrar la generosidad de la Iglesia con quienes han errado, y reafirmar los horrores del Holocausto-, la Iglesia católica está jugando ahora a remontar".
Leyendo los cables se diría que, para los americanos, la secretaría de Estado del presidente Obama es la única instancia de poder, mientras que para los funcionarios vaticanos la secretaría de Estado es en cambio una especie de último recurso, porque solo actúa ante crisis muy graves o casos controvertidos que no se resuelven en los niveles más bajos o locales. Esa dinámica, según Valls, se debe "al estilo de gobierno del papa Benedicto XVI", entorpece la comunicación interna y externa, y parece muy difícil de cambiar. "Las raíces culturales y estructurales son profundas. Hay señales esperanzadoras pero no garantizan que el cambio vaya a producirse. Sigan conectados".
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