jueves, 30 de abril de 2009

Circulará Obra Sobre Secuestros en República Dominicana


SANTO DOMINGO, Rep. Dominicana.-El periodista Rafael Polanco pondrá en circulación el libro "SECUESTROS, HORAS DE TERROR" en el que hace un recuento de los raptos realizados en el país, teniendo como tema central el plagio del 16 de mayo de 1979 en Radio Comercial, hecho en el que 7 comunicadores de Noti-Tiempo fueron retenidos por un sujeto que reclama salvo conducto para salir del país en calidad de exiliado.

Los periodistas secuestrados por José Danilo Sánchez Pineda fueron, además del autor, Margarita Cordero, Jesús Manuel Jiménez, Negro Martínez, Rosario Tifá, Pedro Familia y el fenecido Antolín Montás.

El acto de puesta en circulación de la obra tendrá lugar el miércoles 13 de mayo, en la Casa Nacional del Periodista, en el Centro de los Héroes, a partir de las 6:00 de la tarde y al mismo han sido invitadas las víctimas del secuestro.

La obra incluye los testimonios de varios de los comunicadores que fueron raptados por Sánchez Pineda y un recuento de la vida de Sánchez Pineda, narrada por el periodista Melton Pineda, primo de éste, nacidos ambos en la comunidad de Santana, en Barahona.

Además del recuento de los secuestros de mayor connotación que han tenido lugar en el país y los testimonios de algunas de las víctimas de los mismos, se incluyen fotografías que datan de hasta 40 años de haber sido tomadas, incluyendo muchas de ese 16 de mayo de 1979, cuando el país fue puesto en jaque por un desconocido.

Polanco explicó que originalmente se planteó escribir algunos trabajos periodísticos a propósito del 30 aniversarios del secuestro del que fue víctima junto a sus colegas periodistas, incluyendo a Rosario Tifá que para entonces era estudiantes de comunicación social y quien se desempeñaba como archivista del Departamento de Prensa de Radio Comercial.

Resalta en la obra el papel estelar desempeñado por el fallecido periodista Antolín Montás, quien fungió como una especie de secretario o asistente del secuestrador, pero que con una gran maestría supo combinar, en esas horas difíciles, su veteranía de hombre ducho y su temperamento jovial para sortear momentos de mucha tensión durante el rapto que pudieron ser determinantes para un desenlace incruento o menos tinto en sangre.

La obra llama la atención sobre la necesidad de ponerle atención al curso por el que transita el país ya que poco a poco lo va asemejando a la situación que se vive en naciones como Colombia, México y Perú, donde el secuestro es parte del día a día de los ciudadanos de esas naciones.

El libro del periodista Rafael Polanco advierte también sobre las actitudes que se asumen desde algunos estamentos del poder, en los que la componenda, la complicidad y la impunidad se codean con el crimen organizado, colectivo o de carácter individual, cuando no es que participan de manera directa en los hechos que están llamados a enfrentar.

sábado, 18 de abril de 2009

El drama de la prensa escrita


MANUEL AZCONA y MARCELINO CABRERA

azcona96@hotmail.com

NUEVA YORK.- En el marco de la Conferencia "Rol del Periodista en el Desarrollo de los Pueblos", el periodista dominiicano, Juan Bolivar Diaz, resalta que al concluir el último tramo de la primera década de este siglo 21 que nació con tantas promesas de redención humana, el mundo se enfrenta a lo que podría ser la peor crisis de su historia, con repercusiones no sólo económicas, sino también sociales y políticas.

Al evento organizado por la sesional del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), Nueva York, bajo la dirección de Mayra La Paz, asistió una delegación de la Republica Dominicana encabezada por Manuel Azcona, candidato presidencial de la entidad periodistica y Marino Ramirez..

A juicio de Juan Bolivar Diaz, todavía no se visualiza el horizonte de esta crisis financiera y económica, pero hay consenso en que ha puesto fin a tres décadas de salvaje neoliberalismo económico y absolutismo del mercado, obligando a replantear regulaciones que pongan límites a los inconmensurables afanes humanos de acumulación y dominación.

La conjuración de la crisis a la que asistimos pasa inevitablemente por una masiva intervención estatal no sólo para restañar las profundas heridas de la economía internacional, sino también para evitar otras recaídas, para lo cual es imprescindible restaurar el papel regulador del Estado.

Como es natural, la crisis económica conlleva repercusiones sobre esa actividad humana fundamental que es la comunicación, impactando sobre algunas de sus expresiones, como la del periodismo escrito que ya arrastraba serias dificultades, y que tendrá que transformarse profundamente si quiere mantener una parte significativa del papel que le ha reservado la cultura humana.

Como las legendarias torres gemelas de Nueva York, la arquitectura económica internacional ha sufrido una abrupta demolición, y no por una sola acción demencial de fanatismo político-religioso, sino a consecuencia del gusano de la autodestrucción que fue carcomiendo sus bases, mientras nos entreteníamos con las teorías de la reducción del Estado. El fundamentalismo económico-político ha resultado más demoledor que el fundamentalismo político religioso.

La cuantificación de los planes de rescate de la economía internacional es de tal magnitud que no puede ser asimilada por la mayoría de la población. En octubre el expresidente George Bush lanzó un plan de rescate de 700 mil millones de dólares. Al presidente Obama se le aprobó otro de 825 mil millones de dólares.

El gobierno de Gran Bretaña acopió 400 mil millones de libras esterlinas, equivalentes a más de 600 mil millones de dólares. Los gobiernos de Alemania, Francia, España y las demás naciones desarrolladas también han tenido que poner sobre el tablero sumas multimillonarias para sostener o enderezar sus sistemas financieros y para tratar de reactivar la alicaída economía. Para los mismos fines en la reciente cumbre del Grupo de los 20, celebrada en Londres, se acordó reunir un millón de millones de dólares.

Por cierto que al declararse la crisis internacional en septiembre el consorcio que dominaba la economía mundial apenas estaba integrado por siete países: Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y Japón. Entonces el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick planteó que aquel club ya no era suficiente pidiendo su ampliación a un G-14, con la inclusión de Arabia Saudita, Brasil, China, India, México, Rusia y Sudáfrica. La urgencia y el cambio han sido tan grandes que en noviembre no se reunió en Washington un G-14, sino un G-20, al adicionar también a Argentina, Australia, Corea del Sur, España, indonesia y Turquía.

Como siempre ocurre no faltan quienes han llegado al extremo de augurar el fin del capitalismo. Pero por lo menos hay consenso en que el salvajismo neoliberal que barrió con las regulaciones estatales está liquidado. El Nóbel de Economía Paul Samuelson considera que esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la Unión Soviética fue para el comunismo”. Para el ministro de Finanzas de Alemania, Peer Steinbruck, “Estados Unidos va a perder su estatus de superpotencia del sistema financiero mundial”, como consecuencia de la crisis. Augusto de la Torre, director para América Latina del Banco Mundial coincide en que por lo menos “se disipa el protagonismo de los Estados Unidos” cuando el mundo vive “un punto de inflexión que va a redibujar algunas características notables de la economía mundial”.

Durante meses hemos asistido impávidos a una interminable sarta de revelaciones del nivel de voracidad que desarrollaron los ejecutivos de las finanzas, del comercio y las industrias mundiales, en especial los que desde Wall Street se constituyeron en el más grande poder económico-político de la historia. Hasta entonces era inimaginable que Bernard Madoff, él solito, pudiera estafar a inversionistas con más de 50 mil millones de dólares, o que las cinco mayores bancas de inversión fueran desmoronadas en cuestión de semanas, o que entidades emblemáticas como Citibank, General Motors o Crysler tuvieran que recibir del Estado decenas de miles de millones de dólares para mantenerse precariamente en pies.

En la medida en que se hurga en las raíces de esta crisis se va descubriendo la subordinación del sistema comunicativo internacional a los poderes hegemónicos de la economía. Por eso nunca se nos informó de las enormes burbujas de la banca hipotecaria que generaba ganancias virtuales o ficticias. Tampoco sabíamos, que los ejecutivos de las financieras quebradas pudieran cobrar sólo en el 2008 bonos por la fabulosa suma de 18 mil 400 millones de dólares. Ni que Dick Fuld, presidente de la financiadora Lehman Brothers, quebrada tras más de 150 años de existencia, cobrara 256 millones de dólares en 10 años. Menos aún pudimos informarnos de que grandes ejecutivos de las finanzas cobraban hasta 17 mil dólares por hora.

Para el afamado periodista y filósofo Ignacio Ramonet la edad de oro de Wall Street se ha acabado, lo mismo que la etapa de exuberancia y despilfarro de una aristocracia de banqueros amos del universo. Como prueba del fracaso del sistema cita las masivas intervenciones estatales para conjurar la catástrofe, demostrativas de que los mercados no son capaces de regularse por sí mismos, que se han destruido por su propia voracidad. Además de que han confirmado “una ley del cinismo neoliberal: se privatizan los beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace pagar a los pobres las excentricidades irracionales de los banqueros, y se les amenaza, en caso de que se nieguen a pagar, con empobrecerlos aún más”.

Al comentar el desplome del sistema financiero británico el analista Philip Stephens, del Financial Times londinense recurrió a una hipérbole propia de los extremistas. En estos momentos, expresó, “no se me ocurre una política más popular que fusilar a los banqueros y nacionalizar los bancos”.

El desenfreno generado por la ausencia de regulaciones y el reinado del mercado es tan grosero que aún después de las masivas intervenciones estatales y con el dinero de los contribuyentes, muchos ejecutivos siguieron pagándose multimillonarias bonificaciones, lo que produjo la indignación del presidente Obama, quien condicionó operaciones de salvataje a la renuncia de magnates, y llevó al procurador general de Nueva York a abrir una investigación para establecer qué hacer ante el hecho de que aún tras la debacle de la financiera Merrill Lynch sus ejecutivos se habían atribuido bonos por 4 mil millones de dólares.

Debemos admitir que este derrumbe de lo que hasta hace poco se creían certidumbres indiscutibles nos tomó a todos por sorpresa. Creíamos que sólo en países de capitalismo retrasado y de precaria institucionalidad, como la República Dominicana, era posible que los banqueros pudieran tejer un entramado para apropiarse masivamente de los ahorros ajenos y que se atrevieran a traspasarse a sus cuentas y sus empresas el dinero que el Estado disponía para contener el contagio de la crisis financiera.

A estas alturas de la catástrofe y sin que todavía se pueda vislumbrar por cuánto tiempo se extenderá, ni cuántos cientos de millones de pobres engendrará en todo el mundo, debe haber quedado claro el fracaso del neoliberalismo, del absoluto dejar hacer dejar pasar confiando en las auto regulaciones del mercado. La codicia humana y el afán de concentración del poder están por encima de toda lógica y obligan a restablecer límites y normas.

Como era lógico esperar, la recesión internacional tiene severas repercusiones sobre el sistema comunicativo, y muy especialmente sobre el periodismo escrito, progresivamente debilitado por la competencia que le han impuesto las nuevas tecnologías de la comunicación y por la pérdida de credibilidad que se traduce en reducción de lectores y lógicamente de anunciantes. La recesión económica tiene impacto directo sobre el periodismo, particularmente el impreso, el cual viene perdiendo terreno desde la pasada década en todo el mundo, con la desaparición de periódicos, la reducción de su circulación y en consecuencia de sus ingresos por publicidad.

La situación de los más grandes y reputados diarios norteamericanos es suficiente para ilustrar la precariedad del periodismo escrito. The New York Times, Washington Post y Miami Herald declarados en crisis; Chicago Tribune y Los Angeles Times en bancarrota. El gran diario de Nueva York arrastra pérdidas ya superiores a los mil millones de dólares.

Más de un centenar de diarios han dejado de circular en Estados Unidos en los últimos 15 meses, muchos de ellos convertidos simplemente en periódicos digitales, pero sin suficientes ingresos para mantener las nóminas de periodistas y las investigaciones que podrían sustentarlos.

En un estudio del Proyecto para la Excelencia en Periodismo del Centro de Investigaciones Pew dado a conocer hace un mes en Washington se cataloga de sombría la perspectiva del periodismo, sosteniendo que “la industria del periódico terminó 2008 en forma preocupante y comenzó 2009 en algo peligrosamente cercano a la caída libre. Sus ingresos publicitarios se redujeron 23 por ciento en los dos últimos años.

No menos preocupante fue el panorama descrito en la última reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, celebrada a mediados de marzo pasado en Paraguay, donde Milton Coleman del Washington Post sostuvo que la mayoría de los diarios norteamericanos sobreviven con dificultades acentuadas por la recesión global, mientras muchos otros simplemente quebraron.

En realidad la caída del periodismo escrito no comienza con la recesión global que nos afecta, sino que data por lo menos de las últimas dos décadas. Ya a comienzo del siglo se sostenía que la venta de diarios se reducía mundialmente en 2 por ciento anual, tasa que se ha elevado a 3 y hasta 4 por ciento en los últimos años en Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.

El primer factor a que se atribuye esa decadencia es a la red de Internet con sus inmensas posibilidades de comunicación instantánea. Mike Hoyt, director de la Columbia Journalism Review dijo a la agencia EFE el pasado 4 de abril que la prensa enfrenta dos problemas: “una terrible recesión y una revolución digital de largo plazo. El primero desaparecerá, el segundo no, y nos hará pasar una profunda incertidumbre que cambiará radicalmente el modelo de negocio”.

El drama de la prensa escrita fue maximizado por Philip Moyer en su estudio The Vanishing Newspaper Saving Journalism in the Information Age, publicado a fin del 2004, en el cual llega al extremo de fijar el 2043 como el año en que desaparecerán los periódicos.

Seguramente Moyer pasará a la historia entre los máximos fabuladores, y nos burlaremos de su vaticinio como lo hacemos hoy de Francis Fukuyama, el académico norteamericano de origen japonés que entusiasmado por la caída del Muro de Berlín, y en pleno apogeo del neoliberalismo se atrevió a vaticinar en 1989 el fin de las ideologías y de la historia.

No debe caber dudas de que el Internet representa una dura competencia para el periodismo escrito y hasta para el televisivo y radiofónico y todavía no alcanza más que a una quinta parte de la población mundial, que puede ser ya más de la mitad de los que tienen posibilidad de adquirir un diario. Los sitios en la red alcanzaron los 168 millones en mayo del 2008, de ellos 68 millones activos, según la firma de investigación Netcraft. Los periódicos digitales se cuentan por miles y son una realidad tan contundente que han obligado ya a más del 90 por ciento de los diarios impresos a colocarse también en la red global.

Pero según el informe del 2008 de la Asociación Mundial de Diarios, todavía se venden cada día en el mundo 532 millones de ejemplares de 11 mil 926 periódicos que son leídos por más de mil 700 millones de personas. Eso da un poder suficiente para seguir trazando la agenda y el rumbo de la política, la economía y los gobiernos. Es cierto que la velocidad, potencialidad y bajo costo de la comunicación internáutica representa una amenaza mayor a los impresos, pero también fue grande el desafío que representó la generalización de la radiodifusión despuntando el siglo pasado, o del lenguaje total de la televisión a mediados del mismo. Entonces también se produjeron vaticinios catastrofistas sobre el futuro de los impresos, que el tiempo demostró desproporcionados.

Lo que nadie puede dudar es que el periodismo escrito precisa de una reingeniería más profunda que la que hubo de practicarse cuando se registró el gran impacto de los medios audiovisuales. Ahora no será tecnológica como la de mediados del siglo pasado, cuando la industria editorial dio el salto a lo iconográfico, al full color y a la revolución de la impresión, mientras escritores e investigadores daban un nuevo contenido a periódicos, revistas y libros.

Es verdad que proporciones apabullantes de las nuevas generaciones prefieren la comunicación digital y que una parte significativa llega al nivel de la adicción, lo que afecta también a la televisión y relega la radio al automóvil. En realidad lo que muchos padecen es de profunda soledad, de hedonismo e individualismo, de incertidumbres y ausencias de paradigmas en unas sociedades terriblemente excluyentes, con medios que no comunican ni promueven los valores comunitarios, que cada vez más rinden culto a la banalidad y a la alienación deportiva, configurando seres humanos despersonalizados, indiferentes y confundidos.

Esa preferencia de las nuevas generaciones se puede explicar en la distancia que ha establecido el sistema comunicativo con los intereses concretos de la sociedad y especialmente de las nuevas generaciones que no se sienten interpretadas por los periódicos y noticiarios y por consecuencia los consideran irrelevantes. La red es una puerta de escape y una posibilidad de las mayorías de participar en el proceso comunicativo, sin tener que pagar por lo que optan. Desde luego, hay que contar con que esos jóvenes se irán poniendo viejos y más susceptibles a una revalorización de la cultura del impreso.

La continua revolución tecnológica del siglo pasado, junto a la transnacionalización y la globalización de la economía y la lucha por el dominio de los mercados, determinaron un encarecimiento de los costos infraestructurales y productivos que irían creando un muro de separación entre los medios y las comunidades.

Como nunca antes en la historia humana se precisa de mucho dinero para instalar y sostener un diario o un canal de televisión. Deviene así el proceso de concentración del poder de comunicar en los grandes conglomerados financieros, que primero acapararon los periódicos, comprando o asfixiando a los pequeños, a los que estaban más cerca de las comunidades, a los que representaban los intereses populares, para imponer el predominio de los grandes capitales. Después se dedicaron a coleccionar emisoras de radio y canales de televisión, se apoderaron del telecable, de las redes telefónicas y las productoras de todos los bienes culturales.

Con la complicidad de los políticos y los gobernantes, casi siempre al servicio de los grandes conglomerados económicos, se crearon los monopolios verticales y horizontales de los medios de comunicación. Los que no se rendían eran ignorados, aislados o agredidos abiertamente. El poder de los tiburones de la comunicación gradúa políticos y pone y quita gobernantes.

Así fue como el público, los lectores y televidentes fueron convertidos en masa dominada a la que se le vende información y se le niega el derecho a participar en el proceso comunicativo. En los cenáculos de los grandes editores hasta se regateaba el derecho a réplica, que se reducía a la gentileza de publicar una breve carta en una página reservada para esas minucias.

Vale la pena echarle un vistazo ahora al famoso informe de la comisión que encabezó el irlandés Sean McBride, fruto de un estudio de expertos encargado por la Conferencia General de la UNESCO reunida en Kenia en 1976, y que se entregó en 1980 con el significativo título de “Un Solo Mundo, Voces Múltiples”.

Ese valioso documento adelantó la crisis en que caía el sistema comunicativo a causa de su concentración. Por eso fue estigmatizado como radical por los grandes consorcios de la comunicación. Determinó una crisis en la UNESCO boicoteada por los gobiernos conservadores de Estados Unidos y Gran Bretaña que lo atribuyeron a la confrontación capitalismo/socialismo. Vale recordar que de los 16 miembros de la Comisión sólo dos provenían del Este socialista y el resto eran del primero y el tercer mundo. Los latinoamericanos estuvimos representados por Gabriel García Márquez y el chileno Juan Somavia.

La algarabía fue tan escandalosa que los académicos y dirigentes gremiales que denunciaban la concentración e incomunicación de los medios o propugnaban por regulaciones profesionales y éticas en beneficio de los operadores fueron considerados extremistas que amenazaban la libertad de prensa, claramente identificada como libertad de empresa.

La reducción del papel del Estado al compás del ritmo neoliberal y la caída de las regulaciones terminaron por privatizar y concentrar el espectro comunicativo a nivel mundial. El triunfalismo que generó la estrepitosa caída del socialismo determinó que en Europa y en Estados Unidos se cayeran todas las regulaciones que impedían que los dueños de los diarios monopolizaran también los canales de televisión y emisoras de radio. En el 2004 la Corte Suprema de Estados Unidos, a nombre de la libertad, removió los últimos escollos legales a la concentración horizontal.

La recuperación del papel del Estado en la regulación de los mercados y la economía que se derivan forzosamente de la crisis que sacude al mundo debería extenderse para impedir que la codicia humana amplíe aún más su dominio de la comunicación audiovisual. Nunca debió permitirse, por ejemplo, que sólo dos empresas controlen el 85 por ciento de la teleaudiencia mexicana. Gracias a las concesiones de licencias estatales los ejecutivos de Televisa y TV-Azteca tienen la virtud de determinar lo que es bueno y malo para más de 100 millones de mexicanos.

Los periódicos no van a desaparecer ni la televisión dejará de ser un medio informativo, pero tendrán que adaptarse a la revolución comunicativa que ha creado el Internet y recuperar parte de la credibilidad que han perdido por su verticalismo y elitismo. Aunque les resulte difícil desprenderse del maridaje en que han caído con los poderes públicos y la política.

El periodismo norteamericano alcanzó el cenit en la década del setenta primero con la publicación de los Papeles del Pentágono y luego al develar el escándalo Watergate, demostrando una gran independencia del poder político. Cayó en picada tras la tragedia del 11 de septiembre, al subordinarse al gobierno en la manipulación de la conciencia colectiva para justificar la invasión de Irak.

La crisis de los periódicos arrastra a los periodistas y comunicadores en general, por lo que todos tenemos parte en la reingeniería que deberá contenerla. Por de pronto afecta el empleo y los niveles de vida de los trabajadores. Según la Asociación de Prensa de Estados Unidos el número de periodistas contratados ha caído en 18 por ciento a partir de 1990.

El informe del Centro para la Excelencia del Periodismo, del 16 de marzo último, señala que los noticiarios de televisión de Estados Unidos también están en problemas y que sus ingresos cayeron en 7 por ciento durante el 2008, más significativo por haber sido un año electoral. También informa que los canales televisivos locales están recortando personal a niveles sin precedentes. En cambio pone en contexto que los visitantes de los 50 principales periódicos digitales aumentaron 37 por ciento en el mismo año.

El periodismo dominicano, tiene sus particularidades pero no escapa a la crisis internacional. Ya pasamos por lo peor de la concentración que hizo crisis con las quiebras bancarias del 2003. Sólo el Banco Intercontinental llegó a concentrar 4 diarios, 8 canales de televisión y 76 emisoras radiofónicas, además de una red de telecable.

Tenemos un parque mediático diverso que deja espacio a la criticidad y la pluralidad, en algunos casos de forma extraordinaria. Pero hay excesiva dependencia del poder del Estado, en medios y en comunicadores. El amplio espectro comunicativo se desarrolló al amparo del Estado, por vía de exenciones fiscales, facilidades cambiarias y energéticas, así como de una generosa publicidad, que durante los últimos dos años rondó los 200 millones de pesos mensuales.

Eso podría explicar que con un mercado de consumidores pequeño, seamos uno de los países más comunicados del mundo. En marzo pasado el director del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones, Rafael Vargas, aseguró que por extensión territorial la República Dominicana es el país con mayor cantidad de canales de televisión y emisoras radiofónicas. Precisó la existencia de 98 empresas concesionarias de televisión por cable, 44 canales de televisión abierta y 391 emisoras de radio. Además se imprimen 8 diarios.

Los periodistas y comunicadores dominicanos formulan muchas denuncias, reclaman políticas y disienten del gobierno, pero no logran hacer opinión pública. Hacemos mucho ruido pero no logramos un concierto para contener los excesos de los poderes públicos. Al igual que en el béisbol tenemos buenos ejecutores individuales, pero no logramos conformar un equipo ganador.

La expresión más grave de la crisis es de orden ético y de una política puesta en marcha por el actual gobierno de cooptar la mayor cantidad de comunicadores, preferiblemente los que trabajan en los medios más importantes, incorporándolos a las nóminas del Estado o financiándole programas de radio y televisión con ingresos muy superiores a los limitados sueldos que pagan las empresas periodísticas. La política no supone perseguir, ni siquiera marginar a los más críticos, sino financiar a todo el que sea posible.

El actual gobierno dispone de un tradicional canal televisivo y emisor de radio, pero usufructúa varios de los canales y emisoras incautados a Bininter. Además de una dirección de prensa, la presidencia tiene una Oficina de Información Gubernamental, Y el presidente acaba de informar la creación de una agencia informativa y de un canal que transmitirá por la red global.

La circunstancia de que dos de los principales diarios nacionales tengan a sus propietarios presos y condenados por los fraudes bancarios del 2003 arrojas un debilitamiento del poder contestatario y la capacidad real de operar como medios de presión y contención de los poderes públicos.

Todavía no se ha hecho un estudio que pueda explicar el fenómeno de ciudades y poblaciones pobres dominicanas con prolongados apagones diarios pese a lo cual pueden sostener tres y hasta cuatro canales de televisión por cable con múltiples programas periodísticos.

El periodismo y la comunicación en sentido general están en crisis por todas partes del mundo. El factor más determinante es su dependencia del poder del dinero cuando no del Estado. Hace décadas que los diagnósticos indican que el sistema de propiedad, la gran publicidad y los intereses políticos dominantes son los mayores límites a la comunicación social.

Nadie tiene una solución de esas limitaciones. La sustitución del poder privado por el dominio estatal en la economía planificada y el socialismo real fracasaron como alternativas.

La revolución de la red digital global alienta esperanzas, por lo menos de opciones alternativas para comunicar, para difundir información de interés para las comunidades, de denunciar los actos lesivos a los supremos intereses nacionales, de promover la justicia y el desarrollo humano.

Esa alternativa ya está generando reacciones y la convicción de que el sistema comunicativo empresarial tiene que renovarse y permitir en mayor grado la reivindicación de la hipoteca social del periodismo. Somos los oficiantes del periodismo los que tenemos que reivindicar los principios de la comunicación que implican hacer común las insatisfacciones y las luchas, las aspiraciones y expectativas de compartir mejor los bienes que nos han dado la naturaleza y el ingenio humano.

Nuestro oficio, que según García Márquez es el mejor del mundo, tiene que ser renovado en su calidad literaria, pero sobre todo en su profundidad, volviendo a las fuentes de lo que Tom Wolfe y Michel Jonson acuñaron como nuevo periodismo, al periodismo de interpretación, basado en la investigación libre, al periodismo cívico que promueve ciudadanía y participación, al periodismo comunitario que rescata a los excluidos.

El periodismo sigue siendo una de las profesiones más riesgosas y peor pagadas del mundo. Pero hoy como ayer es también oficio de quijotes, mezcla de sacerdocio y magisterio, actividad que busca rescatar las voces de las mayorías excluidas, que sólo adquiere su real dimensión con la entrega a los más sentidos intereses de la sociedad.

Corresponde a los periodistas mantener encendidas las llamas del progreso, no sólo económico, sino también social e institucional, las denuncias de todo género de discriminación y exclusión, la lucha contra la corrupción y por la convivencia pacífica entre pueblos, naciones y grupos sociales.

Para algunos la hipoteca social del periodismo y de los periodistas se inscribe en el renglón de las utopías. Pero las utopías de hoy han sido siempre las realidades del mañana y algunos están llamados a mantenerlas vivas.

Ya hace años algún cantor rindió tributo a los humildes gorriones de los diarios, proclamando que no podían darse el lujo de callar, porque con el silencio calla la vida. Para describir al periodista de ayer y hoy podemos tomar prestadas algunas estrofas de “Los Portadores de Sueños” de la gran escritora nicaraguense Gioconda Belli: Pero los siglos y la vida que siempre se renueva Engendraron también una generación de amadores y soñadores, Hombres y mujeres que no soñaron con la destrucción del mundo sino con la construcción del mundo de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor detrás de su apariencia cotidiana guardaban la ternura y el sol de medianoche. Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías.

Dijeron que sus palabras eran viejas y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso es antigua al corazón del hombre (y la mujer).-

Banquete de Gala del Colegio Dominicano de Periodistas Seccional de Nueva York

Astoria World Manor, Queens

17 de Abril del 2009

miércoles, 8 de abril de 2009


DAJABON, Rep. Dominicana.- Miembros de la Asociación de Ganaderos de esta provincia incendió una caseta que pertenecía al Cuerpo Especializado de Seguridad Fronteriza (CESFRONT) la cual estaba ubicada en el tramo carretero Dajabón- Santiago de la Cruz al lado del canal mayor de esta provincia.

En representación de los ganaderos el Lic. Marino Morel manifestó: “Ya estamos cansados de los cuatreros que nos roben las reces; en una reunión que sostuvimos con el general Santo Domingo Clase este le manifestó al coronel del CESFRONT la puesta inmediata de dos militares para que custodien la zona y una patrulla motorizada para vigilar toda el área periférica. El coronel mandó los primeros días la patrulla y como se puede notar en estos momentos la caseta que le construimos nosotros los ganaderos para que se alojaran y así poder brindar mejor servicio a los ganaderos está sola. Aquí pueden observar las huellas de las reses que nos robaron anoche”.

Los ganaderos hacen un llamado al general Santo Domingo Guerrero Clase, para que disponga de sus buenos oficios y traslade inmediatamente al coronel encargado del CESFRONT en Dajabón, ya que no está cumpliendo el papel que le fue encomendado.

Por su parte el ganadero Luis Medina manifestó: “Nosotros no encontramos que hacer con estos ladrones, nos tienen con el grito al cielo, cómo es posible que si había una patrulla de 9:00 PM a 6:00 AM pasaron los ladrones dos reses por sus narices y que ellos no lo notaran? Le hacemos un llamado a las autoridades, que hay dos ladrones presos, para que le impongan todo el peso de la ley y que no los suelten”.

El ganadero Alfredo Peralta "Felo" hizo un llamado al señor Presidente de la República para que venga en auxilio de este importante sector, diciendo que aquí se produce la leche y la carne para el consumo de la población, y que evite que vuelva a pasar lo que sucedió anoche, refiriéndose al robo de ganado.

Al ser abordado por este medio el ganadero Nelson Pimentel manifestó: “Estamos reunidos aquí en este momento para incendiar la caseta del CESFRONT ya que ellos no están brindando el servicio que nosotros como ganaderos estamos necesitando, aquí estamos reunidos una gran parte de los ganaderos para incendiarla por que ya no aguantamos más el chantaje del coronel del CESFRONT, y en estos momentos estamos pidiendo el traslado de dicho personaje.

Las reses que fueron robadas pertenecen al señor Angel Marcelino residente en Corral Grande pero fueron robadas en la comunidad de los Arroyos alrededor de las 3:00 AM del miércoles 8 de abril de 2009.